Siempre pensé que mi joven cuñada de 18 años era fiel a mi hermano porque era muy discreta y prácticamente no hablaba, hasta que un día nos fuimos de acampada y conocí a su verdadero yo… Estábamos los dos solos en la tienda de campaña y cuando de repente me giré, vi que estaba en bikini y me miraba con esa sonrisa típica que ponen las tías cuando quieren sexo. Dudé un instante, pero enseguida empezó a mostrarme sus tetitas duras y bien puestas, entonces me quedó claro que aquella zorra quería que le echara un polvo. Cerré la cremallera de la tienda y le metí seguro el mejor polvo de su vida.